Este vuelve a ser el instante del floreo, el instante de la noche en que caí al mundo, la noche en que tu padre estuvo orgulloso de tu sexo, la noche en que mi madre temió por mi sexo, la noche en que las olas estrellaron, el instante preciso en el que una lejana tortuga anidó en la playa. No cierro los ojos: los abro. Me quedo junto a ti, me hundo en ti cantando, porque no hay guardián más parecido al sueño, al fuego, a las rocas. Te siento retroceder y llevarte tu sombra, pero sé que me oyes.
Allá con qué nombre debo llamarte. Con qué nombre te busco.