«Las montañas Kaatsberg o Catskill, como se llaman ahora, han sido siempre una región legendaria. Los indios creían que allí moraban los espíritus que reinan sobre el tiempo, que esparcen las nubes o los rayos del sol, y que conceden abundantes o escasas estaciones de caza. Estaban sometidos a un viejo espíritu femenino, que, según ellos, era su madre. Esa mujer se aposentaba en el pico más alto de los Catskill, desde donde abría y cerraba las puertas del día y de la noche, siempre a la hora conveniente