Siempre recuerdo las palabras de Ramón Remolina, un banquero muy connotado y uno de mis mentores: «Las mejores empresas no son aquellas que tienen mayor tamaño; son las que tratan con imparcialidad, respeto y consideración a todos los socios, clientes y colaboradores. Son aquellas que se pueden evaluar positivamente por el trato que dan a los más débiles, a los que no son integrantes de la familia propietaria, al socio minoritario, o al cliente pequeño. Su grandeza radica en su simetría». Cuando eso ocurre, la lealtad, el compromiso y los resultados están garantizados.