Es un universo muy solitario el del escritor —compartió el joven—. Y no me refiero a la soledad física al momento de escribir, porque cuando lo hago jamás me siento solo, siempre me acompañan mis personajes. Pero luego, tarde o temprano, páginas más, páginas menos, inevitablemente llega el final, y ustedes se van, desaparecen. Y me quedo solo, mirando una hoja que en ese momento no significa absolutamente nada más que el final. Todo ese mundo que había creado dentro de mí se convierte en polvo. Solo en esos momentos experimento realmente la soledad, y es tan real, es tan sincera esa sensación, que hasta me hace cuestionar verdaderamente los límites de la existencia.