Siempre ha habido figuras de la talla de Sócrates que en las decisiones clave, aquellas en las que se pone a prueba de forma radical el valor de un líder, han planteado una disyuntiva entre el ser y el actuar.
Sócrates obra con coherencia y alcanza así esa grandeza de ánimo que se alza por encima de cualquier género de claudicación: la magnanimidad.
Por eso, siempre han sido necesarias, y siempre lo serán, figuras inconformistas y provocadoras que hagan que reflexionemos sobre los verdaderos fundamentos de la grandeza humana, particularmente en tiempos de crisis y decadencia. Como los grandes educadores griegos que, como Sócrates, aun a costa de su vida, fueron capaces de enseñar algo esencial: la sola legislación no sirve para nada si el espíritu del ethos del político no es bueno de por sí, pues es el ethos indivudual el que verdaderamente forja el carácter de un ciudadano.