La respuesta: integración. Siempre, la presión está ahí. Intégrate, intégrate... Fúndete en el crisol. Y luego, sal y viértete en el molde. Comba tus huesos hasta que se astillen y rompan y encajes al fin. Doblégate hasta tener su forma. Intégrate, dicen, animándote. Luego, con el ceño fruncido. Más tarde, una y otra vez. Y, siempre ahí, calladamente, bajo el lenguaje apremiante de tolerancia y cohesión: ¡desaparece! Dilúyete en la sopa multicultural londinense. No como Lou. Aquí, no. Dentro, no.