En el siglo XIX, a las niñas que aprendían a desarrollar su capacidad orgásmica masturbándose se las consideraba un caso clínico. A menudo se las «trataba» o «corregía» mediante la amputación o cauterización del clítoris, o con «cinturones de castidad en miniatura», o cosiendo los labios vaginales para impedir el acceso al clítoris, e incluso se llegaba a la castración mediante la extirpación quirúrgica de los ovarios. Pero no se encuentra ninguna referencia en la literatura médica a la extirpación quirúrgica de testículos ni a la amputación del pene para impedir que los niños se masturbaran