A las siete de la mañana del 10 de marzo de 1920 se declaró un incendio en la mina El Bordo, en el estado mexicano de Hidalgo. Unas horas más tarde se dio por terminada la evacuación y se cerró el tiro de la mina para favorecer la extinción del incendio, previa declaración por parte de autoridades, médicos y representantes de la compañía minera.
Seis días después se accedió de nuevo al interior para retirar los cadáveres: se calculaba que habían muerto unos diez mineros; sin embargo, una vez dentro, no sólo descubrieron que había ochenta y siete cuerpos, sino que todavía quedaban siete trabajadores vivos. Un relato real fascinante.
«La obra va mucho más allá de la mera e impactante crítica social, para profundizar tanto en las heridas de las víctimas como en la conciencia gangrenada de los victimarios, mostrando la cara y la cruz de una sociedad lastrada por los prejuicios de clase así como la naturaleza del desprecio humano por sus semejantes.»
Antonio J. Ubero,La Opinión