Peonía es casi una niña cuando es vendida a una casa de occidentales como acompañante de juegos de su único hijo. La casa pertenecía a una de esas familias de judíos asentados en China por cuestiones de negocios, y, que con el paso del tiempo, finalmente fueron considerados como chinos. Adoptando sus costumbres y formas de vida, aunque no las lleven a rajatabla, puesto que, realmente, ésa no es su cultura, y se encuentran arraigados en otra.Así, cuando Peonía entra en esa casa, como compañera de juegos del señorito, agradece que la traten como una más de la familia y que sus pies no sean vendados para estar más pequeños y ¿estéticos? La verdad es que nunca he llegado a entender esa costumbre, pero claro, no son mis raíces. También hay que tener en cuenta que este libro se escribió en 1938, y desde entonces, los tiempos han cambiado. Lo de vendarse los pies para que no les crecieran venía de una ¿Emperatriz? de extraordinaria belleza y pies diminutos, y por ello se extendió como canon de belleza el tener los pies pequeños.Sin embargo, la pequeña crece, y los ojos de la señora de la casa ve un peligro en la relación existente entre su hijo y la pequeña y preciosa Peonía, por lo que decide separarlos, convirtiéndola a ella en una de las sirvientas más de la casa.A lo largo de los años, Peonía nos irá contando su vida y, a través de sus aventuras y desventuras, iremos conociendo las milenarias costumbres del pueblo chino.Pero, además de un libro que nos sumerge a través de una pequeña ventanita en otra cultura tan diferente a la que los occidentales vivimos, es una historia de amor/desamor preciosa donde Peonía irá revelándonos los secretos que su corazón alberga.