Te lo voy a decir, Señora, siempre que me prometas que lo has de olvidar enseguida.
—Sí —dijo ella—, lo prometo, palabra de gato.
Entonces, dicen, el viejo Z’Ydagg enumeró los veinte rumbos del mundo y la Emperatriz escuchó, y cuando el viejo terminó ella trató de olvidarlos. Y también dicen que lo consiguió, pero no del todo: dicen que hubo uno que no pudo olvidar; pero nadie, ni los contadores de cuentos, nadie parece saber cuál fue