Irónicamente, a pesar de nuestra preocupación por los demás y de nuestras respuestas empáticas, cuando creamos demasiadas barreras entre el mundo y nosotros para protegernos, nos debilitamos. No somos conscientes de que estos muros que en ocasiones nos resguardan del dolor vital también nos separan de lo jugoso de la vida, de nuestra creatividad y de nuestra alegría, así como de la sabiduría que nos ayuda a cuidar de nosotros mismos.