« Fue una suerte tener una Biblia a la mano.
Cuando los alienígenas me secuestraron…»
¡Norteamérica –le grité a la radio—
aun a las dos de la mañana estás loca como cabra!
No, no es verdad. Me retracto.
Eres un ángel de piedra en el cementerio
que escucha el vuelo de los gansos
con los ojos vendados por la nieve.