En la periferia, un edificio con forma de anillo; en el centro, una torre; ésta, perforada por grandes ventanas que se abren hacia la cara interior del anillo; el edificio periférico está dividido en celdas, y cada una de ellas atraviesa el grosor del edificio; tienen dos ventanas; una, hacia el interior, permite que la luz cruce la celda de un extremo a otro». De este modo, basta con poner un vigilante en la torre central blindada, invisible al exterior, y encerrar en cada una de las celdas a un deteni-
do (un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un estudiante) para aprovechar el efecto de contraluz y poder observar desde la torre, sin ser visto, las siluetas recortadas en las paredes de las celdas situadas en la periferia. Así se garantiza una vigilancia constante de los prisioneros sin ser visto por ellos