La antigua crítica los asqueaba, quisieron conocer la nueva y se hicieron enviar las reseñas de las piezas en los diarios.
¡Qué aplomo! ¡Qué terquedad! ¡Qué falta de probidad! ¡Ultrajes a las obras maestras, reverencias
para las banalidades, y las burradas de los que pasan
por sabios, y la estupidez de los otros, a los que se proclama espirituales!
¿Habría tal vez que remitirse al público?
Pero las obras festejadas muchas veces les desagradaban, y en las silbadas algo les agradaba.
A diferencia de otros libros, que se leen sin dificultad, Bouvard y Pécuchet es una novela que fue construyendo poco a poco a sus lectores.
Pero también podría decirse que, en paralelo, generaciones de lectores
fueron construyendo su importancia e imponiendo la idea de que se trata
de un libro del todo singular dentro de la historia de la literatura mundial.
Entre otras razones, porque a ella se le puede aplicar el planteo que Michel
Foucault formuló para La tentación de San Antonio: se trata de un libro
escrito sobre la base de una biblioteca.
Jorge Fondebrider
Hay, tal vez, otra clave. Para escarnecer los anhelos de la humanidad,
Swift los atribuyó a pigmeos o a simios; Flaubert, a dos sujetos grotescos.
Evidentemente, si la historia universal es la historia de Bouvard y de Pécuchet, todo lo que la integra es ridículo y deleznable.
Jorge Luis Borges