Sería una celebración de los comienzos, más que una crónica de las caídas en picado, un homenaje al primer sorbo, más que a todos los mareos que siguieron. Sería un relato de amor y deber, no solo de ira y odio, y estaría cuajado de sueños, y del recuerdo de haber mirado al futuro, y de las ganas de volver a soñar. Sería aburrido porque solo habría que estar ahí. Sería poesía y no historia