Un pintor mediocre puede explicarnos con palabras cómo trabaja. Un creador, nunca.
—¿Por qué?
—Está ebrio. Solo entonces puede tomar un papel, una cajetilla de cigarrillos vacía, un pañuelo, estrujarlo mientras habla, arrugarlo a su manera y abandonarlo después. Si el que lo encuentra no está ciego, sentirá el aliento, gozará de la forma. De lo contrario, lo tirará a la basura. ¿Comprende?