Pero no me dura mucho la rabia contra él porque es lo único que me queda en mi vida y yo soy lo único que le queda a él en la suya. Por eso pienso que me tengo que proteger de esa rabia, que debo permanecer fiel a Valentino y seguir a su lado para que me encuentre si se vuelve hacia mí. Lo sigo con la mirada cuando baja a la calle y lo acompaño hasta la esquina, y me alegro de que siga siendo tan guapo, con su pequeña frente cubierta de rizos y su espalda fuerte. Me alegro de su caminar, todavía tan alegre, tan libre y triunfante: me alegra su caminar, vaya adonde vaya.