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Howard Philips Lovecraft

En las montañas de la locura

  • R Güemesцитирует2 года назад
    Deberíamos haber sabido desde el principio que la curiosidad humana es inmortal y que los resultados que anunciamos bastarían para acicatear a otros en la eterna búsqueda de lo desconocido
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    Por un segundo contemplamos boquiabiertos de admiración la belleza cósmica y ultraterrena de aquella escena, y luego un vago horror empezó a abrirse paso hasta nuestras almas. Pues la lejana línea violácea no podía ser otra cosa que las temibles montañas prohibidas, los picos más altos de la Tierra y el foco del mal en la Tierra; la guarida de horrores innombrables y secretos arqueozoicos, evitada y adorada por quienes temieron tallar su significado;
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    un agregado amorfo de burbujas protoplásmicas, vagamente luminosas, y miles de ojos que se formaban y deshacían como pústulas de luz verdosa a medida que avanzaba hacia nosotros por el túnel, aplastando a los pingüinos y resbalando por el suelo pulimentado que él, y otros como él, habían limpiado de toda suciedad. Una vez más oímos el silbido burlón y pavoroso, «¡Tekeli-li, Tekeli-li!». Y por fin recordamos que los demoníacos Shoggoths, a quienes los Ancianos habían dado vida, pensamiento y plasticidad para reproducir cualquier órgano, no tenían otro lenguaje que el expresado por aquellos puntos, y tampoco tenían más voz que los acentos que imitaban de sus amos desaparecidos.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    Lo que vimos —pues los vapores casi se habían disipado— fue algo muy distinto e inconmensurablemente más odioso y detestable. Fue la encarnación absoluta y objetiva de la «cosa que no debería ser» del novelista fantástico, y la analogía que más se aproxima a la realidad es un enorme tren subterráneo a toda velocidad tal como se ve a su llegada desde el andén de la estación: con el gran morro negro asomando de una distancia subterránea infinita, iluminado con extrañas luces de colores y llenando el prodigioso hueco igual que un pistón un cilindro.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    Las palabras que lleguen al lector nunca podrán sugerir lo horrible de aquella imagen. Paralizó de tal manera nuestra conciencia que me sorprende que tuviésemos el reflejo de apagar las linternas tal como habíamos planeado y acertar con el túnel correcto en dirección a la ciudad muerta. Debió de guiarnos sólo el instinto, y tal vez lo hiciese mejor que la razón misma; aunque si fue eso lo que nos salvó, el precio que pagamos fue muy alto. Razón, sin duda, nos quedaba poca. Danforth estaba deshecho, y lo primero que recuerdo del resto de nuestra huida fue que le oí canturrear una fórmula histérica en la que sólo yo, de toda la humanidad, habría podido entender algo más que una sarta de incoherencias. Reverberó en falsete entre los graznidos de los pingüinos, reverberó en las bóvedas que teníamos delante y —gracias a Dios— en las que habíamos dejado atrás. No debió de empezar enseguida, de lo contrario no habríamos seguido con vida corriendo como desesperados. Me estremezco al pensar lo que habría podido ocurrir si sus reaccion
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    Era imposible saber el paradero de aquella pesadilla casi imposible de concebir; aquel gigantesco protoplasma nunca antes visto, que escupía baba fétida, y cuya raza había conquistado el abismo y enviado a tierra una avanzadilla para volver a tallar los relieves y reptar por las galerías de las montañas, y lamentamos mucho tener que dejar a aquel Anciano malherido —tal vez el único superviviente— a merced de un destino innombrable.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    nuestras lecturas, aunque Danforth había insinuado extrañas ideas sobre las fuentes prohibidas e insospechadas a las que podría haber tenido acceso Poe hace un siglo, cuando escribió Las aventuras de Arthur Gordon Pym. Se recordará que en ese cuento fantástico hay una palabra de significado desconocido, aunque temible y prodigioso, relacionada con la Antártida, y gritada eternamente por los pájaros gigantescos y espectralmente blancos del centro de esa maléfica región. «¡Tekeli-li, Tekeli-li!». Debo admitir que es exactamente el sonido que nos pareció oír detrás de la bruma blanca, un insidioso silbido musical de gama singularmente amplia.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    Danforth y yo comprendimos la naturaleza del terror cósmico del modo más profundo que pueda imaginarse. No era miedo a los cuatro desaparecidos, pues demasiado sospechábamos que no volverían a hacer daño a nadie. ¡Pobres diablos! Al fin y al cabo, no eran tan malos. Eran la humanidad de otra época y otro orden de seres. La naturaleza les había gastado una broma diabólica —como hará con cualquiera a quien la locura, la insensibilidad o la crueldad arrastre hasta ese desierto polar muerto o durmiente— y ése había sido su trágico regreso a casa.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    Poco faltó para que gritara yo también, pues había visto los relieves primitivos y había admirado estremecido el modo en que el artista anónimo había reproducido la baba repugnante encontrada en algunos Ancianos postrados y mutilados, a los que los temibles Shoggoths habían matado y decapitado en la gran guerra librada entre ambos. Eran relieves de pesadilla aunque describieran seres desaparecidos hacía tanto tiempo, pues ningún ser debería haber retratado a los Shoggoths y la humanidad no debería contemplar sus obras. El autor loco del Necronomicón se había esforzado en jurar y perjurar que nunca habían vivido en nuestro planeta y que sólo podían imaginarse bajo el efecto de las drogas. Protoplasmas informes, capaces de imitar y reflejar todo tipo de órganos y procesos, aglutinaciones viscosas de células burbujeantes, esferoides gomosos de cinco metros de diámetro, infinitamente plásticos y dúctiles, esclavos de la sugestión, constructores de ciudades, cada vez más hoscos e inteligentes y más anfibios y miméticos.
  • Miguel Ángel Vidaurreцитирует5 дней назад
    sólo un pingüino, aunque de una especie enorme y nunca vista, mucho más grande que un pingüino emperador y monstruosa por su albinismo y su carencia de ojos.
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