Música y meditación

La música nos conecta con nuestro pasado y sitúa bajo los focos nuestro presente. La nostalgia se encuentra entre las facetas de la música que son innegociables, puesto que es algo que se pone en marcha en el instante en que sentimos preferencia por una canción o una pieza de música en particular.

«El hecho de que la respiración no tenga nada que ver con el modo en que un pianista genera el sonido no significa que no tenga un efecto en su capacidad para hacer música».

Al triangular tus respuestas emocionales respecto de la música, lo que estás haciendo de forma efectiva es lo que el musicólogo contemporáneo John Sloboda llamó conectar «las ondas cerebrales con el corazón»

Por otro lado, no tiene nada de malo permitirnos creer que acabaremos siendo capaces de lograr algo que ahora mismo queda un tanto fuera de nuestro alcance, y me viene a la cabeza esa expresión anglosajona que dice «mientras lo consigues, haz como si ya lo hubieras logrado».

Lo que es importante recordar es que el ahora se convierte demasiado rápido en un antes. Necesitamos saborear el momento antes de que se evapore en el éter.

No hay premio ninguno por aplastarnos de ese modo; quien comienza una pelea contra sí mismo acabará sin duda perdiendo, de una manera o de otra

En una situación ideal, necesitamos sentir que algo es un reto, que nos entusiasma, pero nunca que nos abruma

Ciertamente, la renuencia a desprendernos del pasado no nos dice nada sobre nuestra disposición a lanzarnos con confianza hacia nuestro desconocido futuro. La nostalgia no es, ni mucho menos, un defecto de los frágiles ni de quien carece de ambición.

Según una investigación realizada para el periódico The Guardian, la esperanza de vida en Gran Bretaña se incrementa actualmente a un ritmo de cinco horas cada día. ¿Qué vas a hacer tú con tus horas? Piensa en la música que podrías escuchar, el tiempo que podrías dedicar a aprender a tocar un instrumento o a quedarte sentado sin más en el jardín, en silencio, con una taza de té y un melodioso zorzal con el que disfrutar.

Por descontado, tener la piel un poco más gruesa nos puede ayudar en ocasiones, pero no me cabe duda de que no hay virtud ninguna en ser impenetrable