No recuerdo gran cosa de ese día en la escuela, porque ¿qué tuvo de memorable? Era un día normal. Normal, como cuando miras por la ventanilla de un coche. Las cosas pasan de largo, una tras otra, una tras otra, sin mucha trascendencia. No registras esas horas; son rutinarias, igual que cepillarte los dientes.
Algunos de los amigos con los que quedaba a hacer los deberes me cantaron Cumpleaños feliz en la cantina, mientras almorzábamos.