Sabía que era demasiado peligroso enamorarse de él, pero no podía seguir negando lo que estaba ocurriendo. No podía negar que lo quería, lo suficiente para no apartarse cada vez que la tocaba, lo suficiente para mantener su nombre cerca de la punta de su lengua incluso cuando no estaba en la habitación. La atracción física siempre había estado allí, pero su deseo por él se había incrementado desde la noche en la que habían saltado juntos de aquel acantilado.