Estos cuentos lo son cabalmente, sin excusa ni aspiración a la novela: son cuentos porque necesitan ser cuentos. Su ritmo, su precisión, su saber decir con urgencia exigen este género. Pero los une entre sí lo hondo de su obscuridad, que permite que se abra el pasaje al otro lado: aquí hay visiones inalcanzables para los no iniciados y, en sus simas, el tiempo vuelve con sus violencias cíclicas, trayendo también la belleza terrible que espera a los que se arriesgan.