Brecht, es cierto, practicó una escritura de diario íntimo en el sentido estricto del término32. Pero el Arbeitsjournal pone en juego una cosa muy distinta: no cesa de confrontar las historias de un sujeto (historias con minúsculas, después de todo) con la historia del mundo entero (la historia con H mayúscula). De entrada plantea, como muchas otras obras de Brecht, el problema de la historicidad en el horizonte de toda cuestión de intimidad y de toda cuestión de actualidad33. Pero no por ello deja de romper la estricta cronología con una red de anacronismos salidos de sus propios montajes o construcciones de hipótesis. Por lo tanto, pertenece más bien a ese género esencialmente moderno que podríamos llamar el diario de pensamiento, que encontramos en Nietzsche, Aby Warburg, Hofmannsthal, Karl Kraus, Franz Kafka, Hermann Broch, Ludwig Wittgenstein o Robert Musil, hasta llegar a Hannah Arendt, por ejemplo34. Este tipo de diario se parece menos a una crónica de los días que transcurren –con su lote de anécdotas y de sensaciones concomitantes– que a un taller provisionalmente desordenado o a una sala de montaje en la que se fomenta y se piensa toda la obra de un escritor.