En sus manos

Él salía. Yo entraba. Pasamos el uno junto al otro como dos barcos que se cruzan en silencio, como cientos de desconocidos se cruzan cada día

Éramos felices.
Pero dejamos de serlo.

no me había enamorado de él por su facilidad de palabra. Pero en aquel entonces, me importaba más que hablara con las manos que con la lengua. En aquel entonces, los dos éramos jóvenes y estúpidos.

–Ya es un algo, ¿no? Te llamaré.
–No contestaré.
–Te volveré a llamar.

Siempre es agradable estar con alguien que a pesar de conocer todos tus defectos, te sigue apreciando... o al menos no deja de quererte por ellos.

Esperé hasta que le oí cerrarla tras él para mirar el mensaje que había recibido.

Kira y Stella habían coincidido unas cuantas veces y no podía decirse que ninguna le hubiera causado una gran impresión a la otra.
–Sí, claro. Voy a echar un vistazo a las revistas.
Musité una respues

A lo mejor las cosas habían cambiado, después de todo.

Si eres una mujer con suerte, conservas las amigas que tienes a los dieciséis años durante toda tu vida. Si eres una mujer inteligente, sabes cuando llega el momento de dejarlas marchar.

La luz del Mocha era una luz dorada e indirecta, pero el sol del invierno atravesaba los cristales y le iluminaba el rostro. Me entraron ganas de quedarme contemplando la elegancia de sus rasgos durante horas. Su natural belleza, la curva de su boca mientras se mordía el labio en un gesto de concentración, su ceño fruncido. La mano con la que agarraba el bolígrafo y acariciaba el papel.