«Había viajado a España con el proyecto de escribir artículos periodísticos, pero ingresé en la milicia casi de inmediato, porque en esa época y en esa atmósfera parecía ser la única actitud concebible».
Integrante de la delegación del International Labour Party (ILP), al que aun no estaba afiliado, y muy cercano al ideario anarquista, Orwell llegó a Cataluña en plena efervescencia revolucionaria, y, como todos los voluntarios británicos, se sumó a la milicia del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Combatió en el frente de Aragón, donde si bien, dirá, «las verdaderas armas no eran los fusiles, sino los megáfonos», fue gravemente herido en la garganta y luego será testigo directo y víctima de los trágicos sucesos de mayo de 1937. Al igual que sus compañeros del POUM (cuyo máximo dirigente fue secuestrado y desaparecido, al parecer asesinado por agentes soviéticos), sufrirá la persecución por parte de los estalinistas y se verá obligado a huir de una España a la que había llegado henchido de idealismo y de la que partió cargado de amargura y consciente del enorme daño que el estalinismo provocaría a la causa revolucionaria.
Es en 1938, cuando la guerra civil española todavía no había concluido, que relata esa experiencia que lo marcó a fuego. Considerado uno de los libros más significativos del siglo XX, Homenaje a Cataluña, en cuya versión original publicada en vida del autor está basada la presente edición, será el campo fértil en que germinarán sus dos obras más trascendentes: Rebelión en la granja y 1984.
«La guerra de España –escribirá años más tarde— y otros acontecimientos ocurridos en 1936–1937 cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático según yo lo entiendo»
De ahí en más, Orwell debió soportar la abierta hostilidad de los sectores de la izquierda afectos a la Unión Soviética, que lo confenaron por sus críticas al Partido Comunista y las purgas de que serán víctima tanto los anarquistas como la llamada «oposición de izquierda». Al fin de cuentas, dice en su prólogo a Rebelión en la granja, «si la libertad significa algo, eso es el derecho a decirle a los demás lo que no quieren oír.