Violetta es un personaje irritante y cautivador, que probablemente revolverá las vísceras a más de un lector… su creador ha cumplido el sueño de todo buen novelista: condensar en un personaje el espíritu de una época. Enrique Serna, Letras Libres Soy el cordero que le saca lo cerdo al buen pastor, pero también lo buen pastor al cerdo. ¿No te parece lógico que a mi Diablo Guardián le digan Pig? Huyó de casa: pasó a llamarse Violetta, se puso a hablar inglés, dejó de ser rubia, renegó de la insaciable clase media, aprendió a desnudarse por dinero, robó cien mil dólares a sus padres y aterrizó en Nueva York para vivir el sueño mal habido. Nada mal para una dulce quinceañera. Pero como gastar dinero es mejor que contarlo, la estafadora en serie termina en el hocico seductor de Nefastófeles, y vive su forzada vuelta a México como clavado en un pozo sin fondo. Hasta que se topa con Pig, publicista con vuelos de poeta, que hará de su diablo de la guarda cuando no queden ángeles que le quieran cuidar un solo centímetro de las espaldas. A quince años de su primera aparición, Diablo Guardián conserva su frescura, su vigencia y su poder de hechizar y provocar por medidas iguales. Una primera novela en la que ya se leen todas las marcas del estilo y la imaginación.