Don Gaetano es un hombre para todo que vive en una gran casa de vecindad del Nápoles populoso y salvaje de los años cincuenta: electricista, albañil, portero de los cotidianos infiernos de la vida, de él aprende el jóven Smilzo, un huérfano hormigueante de silenciosas pasiones. Mono de patas flacas, el joven Smilzo ha aprendido a retar a los compañeros, la altura de los muros, los canalones, las ventanas: a una ventana en particular ha seguido mirando, aquella en la cual, mujer-niña, apareció un día un fantasma femenino. Un fantasma que vuelve más tarde a desafiar a la memoria de los sentidos, a solicitar un amor imposible. La recuperación de Nápoles a través de la formación de un jóven huérfano que crece en la escuela de un maduro don Gaetano – huérfano a su vez-, testigo de los días de la rebelión de la ciudad al final de la ocupación alemana. La violencia de las emociones, la irrupción del cuerpo, el sobresalto de la sexualidad, los reflujos de la historia, los celos, el honor, la muerte, la sangre y, finalmente, el exilio: la emigración que durará el tiempo necesario para ser un hombre.