En los últimos confines del imperio aparecen rasgos de una especie de geografía fantástica, que fue muy incitante para descubridores y viajeros de la edad moderna (Marco Polo, Colón).
Plinio el Viejo prosigue en los libros de este volumen el estudio de la Geografía que ha iniciado en el libro II, con un paseo por la inmensidad del Imperio. En los libros III y IV describe el Mediterráneo occidental y oriental: Hispania, la Galia, Italia, Grecia y Asia Menor. En el V, el África entonces conocida –muy especialmente el Nilo–, Oriente Medio y Turquía. En el VI, Asia y lo que quedaba del gran imperio de Alejandro.
Para el lector español el libro III posee un interés especial. Plinio cita pocas ciudades de la Península y, en cambio, menciona muchos nombres de pueblos y de tribus, pues en Roma era muy útil conocer los pueblos tributarios y Plinio estaba al corriente de esos datos por su pertenencia a la administración. El estilo alcanza sus mejores momentos con la descripción de los ríos.
En los últimos confines del imperio, a los que Plinio dedica buena parte de los libros V y VI, aparecen rasgos de una especie de geografía fantástica, que fue muy incitante para descubridores y viajeros de la edad moderna (Marco Polo, Colón), y así habla de sociedades utópicas, que no conocen el dinero, ni practican el sexo, pueblos cuya ubicación es tan poco clara para Plinio que pueden encontrarse desde el Norte de Europa a los límites del Caspio, como el caso de los sármatas. Es la geografía universal, o sea, una geografía del imperio romano.