Ya está —dijo, satisfecho por el efecto que producía la vela. Volvió a sentarse como los indios y se frotó las rodillas. En un rincón se alzaba ominosa una bestia formada por segmentos pálidos: una pila irregular de canastas vacías, que trepaba por la pared como una enorme oruga. Sobre sus cabezas, a un brazo de distancia, unas sólidas vigas de piedra talladas a mano recorrían la