Ante tanta miseria, ha bastado una enfermedad grave, el miedo a la muerte, la influencia de las circunstancias y de la gente, para que todo lo que antes consideraba mi concepción del mundo, y en lo que veía el sentido y la alegría de mi existencia, se haya vuelto patas arriba y haya saltado en mil pedazos. Por tanto, no debe sorprender que haya oscurecido los últimos meses de mi vida con pensamientos y sentimientos dignos de un esclavo y de un bárbaro, que todo me dé lo mismo y ni siquiera repare en el amanecer.