Indestructible

El amor no siempre es correcto, no siempre es bonito. Es una maldita mentira que nos venden.

e gustó tu discurso, a decir verdad. Sobre todo, la parte en la que dices que tendrás que follarme muchísimo —se burla.
Pellizco la piel de su abdomen.
—Auch —se queja.
—Estoy hablando en serio, Maximilian. —Le doy una dura mirada.
Me mira por unos segundos, la luz del fuego hace que su azul se vea aún más cálido, me fijo en la pequeña mancha café que salpica su iris izquierdo. Me gusta tanto esa peculiaridad.
—Es difícil para nuestro orgullo aceptarlo, tú no lo dirás, yo no lo diré, pero es tan fuerte que vuelve siempre a juntarnos.
Llevo mi mano hasta su mejilla y acaricio la creciente barba. Su mandíbula cuadrada, su recta nariz y sus labios ya no tan morados, hacen que algo en mi interior se infle al contemplarlo.
—Me gustas tanto… —las palabras me salen sin pensar y en un susurro.
—Tú a mí me encantas, At —dice con voz ronca.

Bajo mi vista, entre mis brazos ya no se ve tan temible, tan poderosa e inalcanzable. Se siente como la mujer que debo y quiero proteger, pero no puedo. Ella sabe hacerlo y lo ha demostrado antes.
Nos quedamos por unos minutos más en esta posición. Nadie dice nada, estamos concentrados en nuestros latidos y respiraciones.

«Lo que pasa en el aire, se queda en el aire»

—Primero las damas. —Hace un ademán con la mano, pero se detiene—. Ah, pero verdad que no eres una.
Entra primero

Si cree que sus palabras tienen poder sobre mí, está equivocada. Si cree que puede hacer lo que le dé la maldita gana conmigo con solo desnudarse, ganó.

—Estás tan loca, maldita griega… —

—Hueles horrible —se queja frunciendo la nariz.
—Tú no te quedas atrás.
Empacamos todo en nuestras maletas y echo el rifle a mis espaldas.
—¿Vamos?
—Si no fuera por el olor, serías la mujer más sexy que he visto cargando ese fusil.
Señala el arma larga que sostengo atrás.
—Soy la mujer más sexy que has visto.
—No —responde y pasa por mi lado.

—Además de venenosa, mentirosa.

Desde que supe el nombre de la venenosa de Atenea no he parado de pensar en la mitología griega.