La literatura brevísima es un animal elástico y anfibio que cambia de hábitat a la menor provocación: de ahí su capacidad de rozar otros géneros (cuento, poesía, ensayo, aforismo) de manera inverosímil (como la salamandra y sus metamorfosis) y construir una sinfonía en corto que no deja de sonar y asombrar a cada lectura.
Siguiendo esta descripción, y bajo la premisa de Baltasar Gracián, «lo bueno, si breve…", Rogelio Guedea antologa a escritores mexicanos de comienzos del siglo XX hasta las voces actuales que ejercitan el género con plena conciencia. El censo de autores abarca desde los canónicos nombres de Dufoo, Reyes, Arreola, Tario, Monterroso, o contemporáneos como Alberto Chimal, Cecilia Eudave, Édgar Omar Avilés, entre otros. Su método para decantar esa enorme producción de brevedades es la selección minuciosa de una decena de textos por autor.