Siempre

Al final. Cole St. Clair había hecho lo que mejor sabía hacer. Desaparecer.

Haces que sea fácil quererte

El gesto me despejó al instante y me trajo a la cabeza al menos cuatro cosas que no eran ni historias para dormir ni formas de consolar delicadamente a una chica triste.

«Esto es el destino: estar enfrente y nada más, estar siempre enfrente», decía Rilke.

«Érase una vez un niño cuyo miedo lo devoró».

Las casas vacías no necesitan ventanas porque nadie mira hacia dentro. ¿Para qué necesita ventanas una casa si en ella no hay nadie viviendo?

me corto las venas con un cuchillo para untar mantequilla».

—¿Cole? Se lo encontró Beck —dijo Sam—. Lo recogió por caridad. —¿Quién a quién? —Eso mismo me pregunto yo últimamente

—Todos te escuchamos, Sam —dio un salto hasta, la acera—. Lo que pasa es que no siempre nos hablas.

—Eres adictivo —le dije. —Mira quién fue a hablar.