La razón de ello es que se basa en la predisposición natural de la gente a no ver nada que no quiera ver, que no espere o que no pueda explicarse. Si Effrafax hubiese pintado la montaña de rosa y erigido en ella un sencillo y barato campo de PRODO, la gente habría pasado de largo por la montaña, la habría rodeado e incluso escalado sin darse cuenta ni por un momento de que estaba allí.