En 1867, en San Cristóbal de Las Casas, un grupo de indios chamulas se levantó en armas. Este hecho culminó con la crucifixión de uno de ellos, al que los amotinados proclamaron como el Cristo indígena. Rosario Castellanos penetra en esta novela las circunstancias y la psicología de los personajes que intervinieron en esos acontecimientos. Estas páginas atrapan el tiempo indígena en su naturaleza cíclica y ceremonial; pero más aún, se convierten en el reflejo universal de aquellos seres humanos determinados por una cultura milenaria cuyo choque con Occidente los ha herido y transformado. La joven que leía a Simone Weil en Chiapas comprendió, con ella, que el poder que une y destruye no es unívoco: proviene lo mismo del opresor que del oprimido.