Una de las mejores historias cortas que he leído, lectura que conmueve, invita a la reflexión y obliga a la conciencia a extraer una enseñanza.
Entonces recordé quién era yo; no un piojoso don nadie, sino El Brazo, el hombre capaz, el hombre que hay que ser, el hombre que lo consigue, no el hombre hola-chico, sino el hombre que sabe lanzar pelotas con efecto, el hombre tenaza, don Templo de los Famosos.