La “Eneida,” el gran poema épico de Publio Virgilio Marón (Andes, Mantua, 70 a. C.-Bríndisi, 19 a. C.) que no pudo terminar, exalta los orígenes del pueblo romano a través de Eneas, héroe troyano de estirpe divina, y narra sus viajes y las guerras que hubo de sostener para establecer su linaje en el Lacio. La influencia de Homero es evidente y las referencias a la Ilíada y la Odisea, constantes; pero su finalidad concreta era conseguir que los romanos estuvieran orgullosos de serlo, que se sintieran herederos de los dioses y de los héroes que habían forjando su historia nacional, y, sobre todo, exaltar la figura de Augusto como materialización y eclosión del glorioso destino de Roma. A Virgilio nunca le satisfizo plenamente su obra; trató de destruirla y en su testamento prohibió su publicación, pero el emperador Augusto lo impidió.