-¡Protesto de esta humillación que me inflige el destino… , o sea la falta de un buen destino! ¡Protesto, sí, como Napoleón protestaba en Santa Elena de las vejaciones que le imponía Sir Hudson Lowe! ¡Yo no me someteré jamás a andar sobre, el duro suelo! ¡Yo no he pisado nunca en invierno los ladrillos de mi casa! ¡Nobleza obliga! Prius mori quam foedare…
Y, en virtud de semejante razonamiento, se paseaba sobre las sillas puestas en hilera, cuando no sobre su propio catre.
Otro (para que ni por un momento se pusiese en duda que era persona de buena familia) acostumbraba, la noche que se sentía insuficientemente alimentado, a dormir con el sombrero de copa puesto, a cuyo fin había recortado las alas por detrás y por la derecha a la gabina o chistera número 2.