Lo siento, esta novela quedó muy corta o estaba yo con expectativas muy diferentes, la verdad es que durante más de la mitad del libro estuve leyendo algo más cercano a una novela rosa que a una novela de ciencia ficción. Una pareja sobrevive a la caída de un meteorito que tiene como epicentro la capital norteamericana, a mediados de la década de los 50 del siglo anterior, cuando la carrera espacial y la guerra fría iniciaban. La protagonista, una especie de genio matemática, logra hacer los cálculos con los que se vaticina que, en algunos años, el calentamiento global será tal, que la vida humana será (casi) imposible de llevar. Conclusión: hay que irnos a habitar el espacio. La premisa no es mala, pero entre más avanza la historia, más absurda e innecesaria se me hace, y habiendo tantas aristas desde las cuales ver las consecuencias de la catástrofe, la autora nos narra a un marido, un padre y un hermano adelantados a su tiempo, que muestran apoyo incondicional, pero la mujer no puede con la presión social, no tiene herramientas psicológicas para combatir la ansiedad y vemos como a cada paso ella se desmorona. Para la tercera escena de ansiedad, antes que hacerme empatizar, me hace pedir a gritos otra historia. Encima de ello, decide que no es suficiente con ello, también hablará de lo incomprendidos que fueron, son y serán los judíos (nunca entendí si como religión o como grupo social) y, para rematar, la sociedad, de la nada deja de ser racista (porque una catástrofe así algo cambió), pero de pronto, cuando la idea es ir al espacio, el tema de vuelve una pelea política pro feminista y anti racista. Ojo, no me parece mal tocar esos temas, pero ¿todos al mismo tiempo? Ya que vamos a eso, hubiera metido lucha por los derechos LGBT+ para poder viajar también al espacio.
Para acabarla, me entero de que esta es la primera parte de una serie. Lo siento, no puedo seguir leyendo cómo sufre la mujer de ansiedad cada que… lo que sea pasa y su marido, todo paciencia, le quiere hacer el amor después de cada crisis. No puedo…
En justicia, lo mejorcito son los últimos dos o tres capítulos, pero para llegar ahí, lo sufrí…
Lo amé