De la única cosa de la que estaba seguro era que desde hacía tiempos inmemoriales él había estado jugando al ajedrez..., y en la oscuridad de su memoria, como en dos espejos que reflejaran una vela, había solo un panorama de luces convergentes con Luzhin sentado ante un tablero de ajedrez, y una vez más Luzhin ante un tablero, solo que más pequeño, y luego otro aún más pequeño, y así una infinidad de veces.