Un poema pegado en la heladera

“en la cabeza de las personas el tiempo no pasa, la cabeza es el único lugar donde no pasa el tiempo”.

El tiempo presente y el tiempo pasado

tal vez en el tiempo futuro estén ambos presentes,

y el tiempo pasado contenga el futuro.

Si todo instante es el presente eternamente

ningún instante es redimible.

Cada cual

aunque odie en parte

a la ciudad

o la vea

como un plato hondo

de sopa

chata dilatada calurosa

elige una zona que ama.

El paso del tiempo es uno de los temas principales de la poesía occidental. Más precisamente: de la poesía que conozco y he leído, que es preferentemente occidental (americana, europea, incluyendo la parte europea de Rusia)

desplazamiento de más corto alcance. Pues va del yo al yo: esa sombra, que es mía, me recuerda a mí, que soy la figura opaca que se interpone entre la fuente de la luz y el puente y provoca la sombra. La virtud del poema debe buscarse entonces no tanto en ese tramo corto que va del yo al yo, sino en el uso literal, en primera instancia, de la palabra sombra y en su uso figurado, inmediatamente después

que la juventud que tal vez aún imagine como propia es sólo una ilusión o una sombra

único tiempo posible es el futuro. Porque ese es el tiempo de la ilusión.

el único tiempo posible es el futuro. Porque ese es el tiempo de la ilusión.

como cuando decimos de alguien: es la sombra de lo que fue. Pero también: la sombra deja ver sólo los contornos de la figura opaca que intercepta los rayos de luz

Levertov anota que no quiere olvidar lo que ella fue, lo que en ella ardió, “y colgar, limpia y lánguida, como un vestido vacío”.