i a Ari en el hospital, en su lecho de muerte, y parecía sereno y en paz consigo mismo. Se encontraba muy enfermo y sabía que el final estaba cerca, aunque trataba de ignorarlo. No hablamos de los viejos tiempos, ni apenas de otras cosas, sino que nos comunicamos en silencio. Cuando me iba, hizo un esfuerzo y me dijo: “Te amé, no siempre bien, pero lo mejor que supe. Lo intenté”».
Nadie sabe si esta conmovedora despedida fue real o producto de la imaginación de una mujer que veía cómo la vida del hombre que aún amaba se apagaba lentamente