La importancia de llamarse Ernesto – Oscar Wilde

Si no tarda usted mucho, le esperaré aquí toda la vida.

- No veo que el declararse tenga nada romántico. El estar enamorado sí que es romántico; extraordinariamente romántico.
¡Pero el declararse! ¿No has pensado en que pueden decirle a uno que sí? Y casi siempre se lo dicen. Y entonces, ¡adiós interés! La esencia misma del romanticismo es

La ausencia de los antiguos puede sobrellevarse con cierta ecuanimidad; pero la separación, por momentánea que sea, de una persona que se acaba de conocer, resulta casi insoportable.

MISS PRISM.- La memoria, mi querida Cecilia, es el diario que todos llevamos con nosotros.
CECILIA.- Sí; pero generalmente, no registra más que las cosas que no han sucedido nunca, ni podían suceder. Me parece que la memoria debe de ser la responsable de todas esas novelas que se escriben hoy día.

Yo no apruebo esa ma-nía moderna de convertir en buenas a las malas personas, en un abrir y cerrar de ojos. No; que cada cual coseche lo que sembró...

GRESFORD.- Una tontería más. Te pasas la vida diciendo tonterías.
ARCHIBALDO. Como todo el mundo, hijo mío, como todo el mundo.

- ¡Ah!, eso es ya una especulación metafísica y, como la mayoría de las especulaciones metafísicas, no tiene nada que ver con los hechos de la vida real, tal como los conocemos.

¡No hay nada como la ignorancia natural! Esas teorías modernas sobre la educación son de lo más pernicioso.

Un hombre que se casa sin conocer a Bunbury está perdido.

Vivimos, como supongo sabrá usted, míster Gresford, en un siglo de ideales. Al menos, así nos lo repiten de continuo los poetas