–No te dejaré ni te daré la espalda –dijo él–. Donde crees tu hogar, crearé el mío. Porque sin ti no habrá hogar. Tu pueblo será mi pueblo, y el mío el tuyo. Donde mueras, moriré yo. Y allí tendrán que enterrarme. Y que Dios me castigue severamente si nos separa algo que no sea la muerte.