“El Cónclave de marzo de 2013 quebró la historia de la Iglesia Católica con el nombramiento del primer Papa de América Latina. Desde el juramento Jorge Mario Bergoglio puso en marcha su revolución pacífica al escoger el nombre de Francisco, en homenaje a San Francisco de Asís. Desde ese momento se perfiló como el pontífice de los pobres. El jesuita llegó al trono de San Pedro para salvar a la Iglesia de un suicidio. Fue impulsado de manera fundamental por los cardenales de Estados Unidos, contra la corrupta y burocratizada curia vaticana.
Su antecesor, Benedicto XVI, renunció al ser derrotado por la traición y una guerra de poder sin límites que se dio en el Vaticano. Esa batalla de cardenales por el control de la Iglesia Católica se extendió hasta el cónclave. Un pacto del Diablo intentó oponerse a un grupo de purpurados que quería la renovación y limpiar la casa de Dios de tantos demonios.
La elección inesperada del Papa Francisco renovó la fe y alentó la esperanza de cambio en 1100 millones de católicos en el planeta, pero dejó al Vicario de Roma en la primera línea de fuego. Su revolución pacífica implica enfrentamientos con fuerzas del mal camufladas en sotanas. La purificación del Banco de Dios, la renovación de la curia vaticana e imponer una Iglesia pobre y para los pobres tienen al Papa en alto riesgo. Desde la Edad Media un pontífice no corría tanto peligro”.