El club de la miseria

Las empresas detestan la competencia porque las obliga a sobrellevar dolorosos cambios, pero así es como crece la productividad.

La ayuda presenta graves problemas y,concretamente, graves limitaciones. Por sí sola no bastará para cambiar a los países del club de la miseria, pero es parte de la solución que del problema. El desafío es cómo complementarla con otras acciones.

Pues porque todo el mundo tenía las miras puestas en conseguir el dinero extra del petróleo y no en la reforma, a menudo penosa, aburrida e irritante. ¿Por qué despedir a gente cuando hay dinero procedente del petróleo? ¿Por qué retrasar proyectos insistiendo en sacarlos a concurso cuando hay dinero de sobra para no tener que preocuparse por la ofertacompetitiva?

simple insinuación de que los países con problemas son los que deberían recibir menos dinero desagrada a mucha gente. Evidentemente, esos países son los necesitados; lo que ocurre es que en ellos, dada su incapacidad para la gestión, el dinero se torna bastante ineficaz.

Todos los poderes fácticos de la sociedad están con el hacha preparada para acabar con cualquier intento de reforma.

Entonces se realizan las reformas. Pero la reforma económica no es simplemente una cuestión de voluntad política: es también una cuestión técnica, y en los países del club de la miseria hay una escasez crónica de personas con los conocimientos necesarios.

La India, incentivada en parte por China, siguió el mismo camino. ¿Por qué China y la India y muchos otros países han cambiado sus políticas y otros en cambio no? ¿Por qué el mal gobierno es tan persistente en determinados entornos?

¿Por qué las rentas de los recursos debilitan los controles de la actividad política? Hay un motivo evidente: porque reducen radicalmente la necesidad de cobrar impuestos. Como los países ricos en recursos no los necesitan, tampoco provocan que los ciudadanos aporten el valioso bien público de fiscalizar el uso que se da a su dinero.

Las democracias ricas en recursos no sólo invierten menos de la cuenta, sino que lo poco que invierten lo invierten mal, en demasiados proyectos que son auténticos “elefantes blancos”, es decir, que a largo plazo cuestan más de lo que producen.

Durante un boom de precios, los ministros de los gobiernos sienten que hay dinero disponible y solicitan escandalosos aumentos del gasto público.