Qué risa. Ser un espíritu inquieto, sentir que mi cuerpo se desmaterializa, mi plúmbeo cerebro sobre todo: desprenderme de los arrebatos que son mi cárcel, del magma que brota de mi corazón las veinticuatro horas, volverme ondas intermitentes de energía, centelleos caprichosos del Más Allá... En fin, parar de pensar, eso sería la gloria.