La pelirroja de la que todos estábamos locamente enamorados, que se sentaba en la escalera de incendios fumando hasta altas horas de la noche, también debe de estar escondida.
El muchacho flaco con muletas que siempre llevaba un libro, tal vez no haya ido muy lejos.
La oscuridad llega pronto en esta época del año y hace muy difícil reconocer caras conocidas entre las de los extraños.