Con qué ideales nos quedamos tras el despojo de los antiguos? Juzgado en esos términos, el transcurso del tiempo es aterrador: a medida que reduce nuestro equipaje, nos aleja de nosotros mismos. Una pésima enseñanza para los hijos, que debieran conocer el esplendor de sus padres, no sus derrotas. Los hijos merecen creer que las ilusiones no se consumen, que aquello que somos, sea lo que sea, es un valor seguro con el que no regateamos a medida que nuestro brío mengua.