Si todo esto recuerda a la próspera organización del tricantino Amadeo Llados y otros ciclados vendehumos de la timoesfera tatuada, no es por casualidad. En efecto, la estructura piramidal de su negocio es una clara reformulación de una secta carismática en la que, en una vuelta de tuerca, solo se ha sustituido a Dios por la figura del propio cabecilla y se han aplicado ligeros cambios cosméticos. La enunciación repetida de consignas taumatúrgicas que abastecen de una jerga específica a los iniciados es similar. Solo que, en vez de «aleluya, hermano», «hossana en el cielo» o «eres hijo de Dios», se utilizan las expresiones «ganando, bro», «vibra alto» o «fucking bestia». En los cultos neopentecostales, los ajenos a la doctrina o incluso los prosélitos imperfectos son estigmatizados como «pecadores»; aquí son «mileuristas», «plebeyos», «panzas» o «fucking pobres». La cansina exhortación a orar es, en este caso, a realizar burpees. Pero la exhibición jactanciosa de la riqueza del líder, la búsqueda de fieles entre personas que estén atravesando malos momentos existenciales, el desprecio por los necesitados por achacarles su suerte o la promesa de un cambio de vida y altos beneficios económicos solo para aquellos que confíen ciegamente en el credo son exactos a los mecanismos neopentecostales.